Spoiler, Carmen Posadas
Hace un par de semanas les hablaba de esas
prohibiciones que no se sabe quién inventa, pero que todos acatamos sin
cuestionar si tienen o no sentido. Hoy quiero añadir a la lista un tabú
relativamente reciente que se ha puesto de moda a través de Internet.
Se conoce con la palabra inglesa spoiler, un término que viene del
verbo to spoil y que significa estropear, chafar. Es curioso ver cómo,
según el manual de cortesía y buenos modales que las nuevas tecnologías
han incorporado a nuestras vidas, el pirateo, el voyerismo y hasta el
plagio están tolerados, pero ay como se te ocurra hacer un spoiler,
porque caerá sobre ti toda la ira de Twitter. El otro día a un amigo
casi lo lapidan en la Red porque se le ocurrió revelar en un blog que en
la película JFK asesinan a Kennedy.
Si la cosa sigue así, cualquier día lincharán a alguien por desvelar que el lobo se comió a la abuela de Caperucita.
Según los sociólogos, esta fobia a los spoilers se debe a eso que en
lenguaje psicoanalítico llaman un desplazamiento, una proyección. Dicho
en román paladino, como vivimos en un mundo en el que nos prohíben
tantas cosas (no fumes; no bebas; no critiques a las mujeres, a los
niños, a los perros...), un mundo además en el que uno tiene que lidiar
con todo tipo de desencantos respecto a las instituciones, el poder, la
sociedad, al final necesitamos soltar gas por algún lado y lo hacemos
volviéndonos intransigentes en tonterías. Me parece interesante esta
explicación, pero yo le veo al spoiler otra razón curiosa. Tiene
que ver, por un lado, con la falta de cultura y, por otro, con los
tiempos utilitarios en los que vivimos. Hoy en día todo, hasta el placer
de leer o de ver una película, debe tener un fin práctico, útil, en el
más pedestre sentido de la palabra. Antes, la gente leía por el
simple placer de hacerlo. Y daba igual saber (porque, además, era
cultura popular) que Romeo no se casa con Julieta o que Ana Karenina se
tira a las vías del ferrocarril al final de la novela de Tolstói.
Porque,
como en todo lo agradable en esta vida, desde un gran amor hasta un
buen viaje, lo importante es la andadura, lo que se siente y aprende en
el camino. Si este llega a buen fin, alabado sea Dios, pero, si no, que
nos quiten lo bailado (o lo vivido). En cambio, con esta visión
entre utilitaria y poco ilustrada que se tiene ahora de los libros,
resulta que lo único que importa es resolver el enigma. Y eso está muy
bien cuando uno lee una novela policiaca de esas de usar y tirar o un
best seller de aventuras, pero cuando se trata de un buen libro, el
enigma es solo un ingrediente y ni siquiera el más interesante. Y es
que, a menos que uno sea un niño o un adolescente, lo importante es cómo
está trabada la historia, la emoción que producen los personajes, las
divinas palabras de Shakespeare o de Tolstói, no descubrir si el asesino
es el mayordomo o el jardinero. Como habrán podido comprobar,
este artículo está lleno de spoilers. He empezado por chivarles el final
de Romeo y Julieta, el de Ana Karenina y hasta el de Caperucita Roja y
ahora me dispongo a espoilearles la película Casablanca.
No
tengo más remedio que hacerlo para explicar algo que seguro también
ustedes han vivido. Me refiero a la sensación única de sumergirse en una
obra de arte que uno ya ha visto o leído no solo una, sino multitud de
veces. ¿Acaso saber el final de un buen libro o de una buena
película impide disfrutar de ellos? ¿Caduca, por ejemplo, el placer de
entrar por enésima vez en el Ricks Café, pedirle a Sam que toque de
nuevo As time goes by y llorar porque nuestra kid decide tomarse un
avión? A mí me parece que ocurre todo lo contrario. Cada vez
que uno se adentra en un territorio ya conocido como este descubre
nuevos matices, nuevas emociones, escondidas perlas que nunca antes
había visto. Ocurre así porque el arte se parece al amor y, por muchas
veces que uno repita, emociona igual o más que la primera vez. He
aquí la razón por la que me he atrevido a espoilearles tanto en tan
pocas líneas. Espero que sepan perdonarme y que esto, en vez de casus
belli, sea el comienzo de una buena amistad. Me encantaría.
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