Mañana es ahora, Isabel Coixet
Y pasado también. Porque hoy esto es lo único que existe, este ahora
y aquí. Este presente brumoso e irreal que parece una de esas
grabaciones de televisión que aparecen en las películas de ciencia
ficción, cuando los guionistas quieren contar, sin complicarse mucho la
vida, que el mundo que refleja la película es un mundo apocalíptico.
Pues bien, ese mundo apocalíptico es ahora y lo vivimos entre cuatro
paredes, un balcón y las pantallas del teléfono y el ordenador. Lo
vivimos en zapatillas, en pijama, entre lavadora y lavadora, entre
llamada y llamada, vistazo a las noticias, libro que se nos cae de las
manos, a menos que sea un thriller adictivo, porque todo,
especialmente los buenos libros, remite a esto, a esta locura, a estas
calles vacías, a esas voces en la noche, a esos pequeños actos heroicos,
a los rumores, a las discusiones absurdas. En este presente que se
alarga hasta no sabemos cuánto, hay rumores, versiones opuestas de la
realidad que se impone. Nos envían vídeos reenviados. Nos envían
chistes. Nos envían recetas. Nos envían más chistes, muchos. Algunos
incluso graciosos. Nos aferramos a los graciosos con gesto febril, nos
decimos que mientras haya chistes, y gente que los crea y gente que los
celebra, no todo está perdido. Nos envían mensajes –con todos los visos
de ser reales– de científicos que recomiendan esto o aquello.
¿Paracetamol o ibuprofeno? ¿El calor o el frío? ¿Salir lo justo o no
salir nada? ¿Mascarillas o un simple pañuelo de seda? ¿Acumular papel
higiénico o utilizar el bidet? ¿Italia o Corea? ¿Pedir cosas por
correo o no pedir nada? ¿Ver nuevas películas o volver a ver clásicos
vistos cien veces? ¿Cuál de estas cosas es la que nos va a proporcionar
una sensación más aproximada de normalidad? ¿O definitivamente debemos
abrazar esta sensación constante de anormalidad? ¿Podremos? ¿Vamos a
poder vivir en este presente tan alejado del ahora de los libros de
autoayuda como de la luna? Todo lo que dábamos por sentado ya no está
ahí. Y lo que se abre ante nosotros es una niebla espesa, ajena a la
luz. Reconozco que no sé habitar este ahora, estos minutos que se me
hacen eternos, que no sé parar y sentarme en una silla y meditar; que
básicamente me da miedo sentarme en una silla y meditar, aunque sé que,
si no aprendo pronto, me esperan días aún más largos. ¿Y luego? ¿Esto es
una tregua? ¿O un pálido anticipo de un nuevo estado de cosas que no
tengo ni idea de cómo será? ¿Cómo congelar los planes, las ilusiones,
los proyectos? ¿Cómo? ¿Nos aferramos a la idea de que todo será como
antes o es mejor que cuanto antes nos olvidemos de esa idea? Antes
inventarán una vacuna contra este virus que contra la estupidez que
hasta ahora nos ha movido a seguir pedaleando en la rueda del hámster en
su jaula. Antes.
(Este artículo ha sido empezado varias veces con el decidido propósito de no hablar de la pandemia, pero ha sido inútil, ella se ha impuesto a todo, a los libros, las canciones, las cosas, a todo; bueno a todo no, he escuchado la canción Yo perreo sola, de Bad Bunny, unas 28 veces, no puede ser bueno).
Fuente: XLSemanal
(Este artículo ha sido empezado varias veces con el decidido propósito de no hablar de la pandemia, pero ha sido inútil, ella se ha impuesto a todo, a los libros, las canciones, las cosas, a todo; bueno a todo no, he escuchado la canción Yo perreo sola, de Bad Bunny, unas 28 veces, no puede ser bueno).
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