Un manifiesto por la vida
Y ahí, en ese lugar, que es inmenso, en ese país en el que
lo normal es sufrir, nos encontramos con personas como Denis Mukwege. Nobel de
la Paz en el 2018. Pero los premios, como él mismo dicen, dan igual. Lo único
por lo que importan es porque dan a conocer un problema, y en este caso hablar
de Denis Mukwege es hablar de las mujeres del Congo.
Denis Mukwege es médico y repara a las mujeres que llegan a
su hospital, Panzi. Sí, las repara porque llegan rotas. Rotas por dentro física
y mentalmente. No las trata como víctimas, las trata como supervivientes. “La víctima sufre por su pasado, la
superviviente mira hacia el futuro.” Tuvo clara su vocación desde pequeño
cuando fue consciente de que los médicos salvaban vidas. Ha podido trabajar
tranquilamente en Europa, con la comodidad de los países privilegiados, pero
Mukwege ha tenido claro que su lugar era estar con su gente, con miles de
mujeres que llegan a su hospital totalmente destrozadas. Violar y atacar a las
mujeres es una manera muy barata de hacer la guerra y así lo denuncia cada vez
que tiene una oportunidad para hacerlo. Vive en amenaza permanente. Una persona
así es muy peligrosa. Aunque sus armas sean una bata blanca, su amor a los
demás y su trabajo.
“El Hospital de Panzi es un lugar de paz en el que todo el
mundo es bienvenido y en el que continuaré haciendo mi trabajo. Jamás dejaré de
predicar la paz. Voy a responder al odio con más amor, para mostrar que el mal
nunca vencerá. Trasmitir amor para mí es cuidar de los enfermos y darles
esperanza.”
Qué cierto eso de que los premios sirven para visibilizar. Para una persona tan compormetida como Denis Mukwege seguro que la visibilización del sufrimiento de las mujeres congoleñas ha sido mayor premio que el reconocimiento, a pesar de que bien está que se reconozca su magnífica labor.
ResponderEliminarNo sé si esporádicamente o no, pero qué bien que estés de vuelta, Esther.
Un abrazo
Hola, Esther.
ResponderEliminarMe gusta encontrar una nueva entrada tuya, siempre es un placer leerte.
Qué triste que no tuviese idea de la existencia de este hombre, de su hospital, ni de su grandísima labor. Siendo encima premio nobel de la paz, me averguenza aún más que ni el nombre me sonase. Cierto es que el premio como tal no aporta gran cosa, pero sí esa visibilidad que en mi caso no he aprovechado. Me ha entrado ganas de investigar algo más. Qué desolación ese contexto y ambiente que parece que expone, pobres personas que sufren tanto, pobres mujeres... Lectura dura, pero interesante y optimista parece que también, ese mensaje de responder siempre con amor al odio, de no dejar via libre al mal... Merito absoluto.
Un besote.