Las lecturas que se han quedado conmigo

  Viendo la imagen final de los libros que he seleccionado como mis mejoras lecturas, queda  bastante claro que me encanta leer vidas de otros.   Disfruté muchísimo con ese canto de amistad que es el libro de Cristina Peri Rossi a su gran amigo Cortázar. Descubrí a Alessandro D´Avenia con El arte de la fragilidad . Saberse frágiles y aceptarlo es una de las enseñanzas de la vida. Me gusta descubrir a testigos de la vida. Y un testigo ha sido Philippe Lançon con El colgajo . ¿Cómo se puede sentir gratitud después de haber sufrido un atentado? Pues se puede.  Igual de Delphine de Vigan siente un amor tan profundo hacia su madre, a pesar de la infancia que la hizo pasar. Sanmao también nos cuenta el pozo oscuro en el que cayó después de la muerte de su marido. No consiguió salir de él. Leer la vida de los demás te hace poner en perspectiva la tuya.  Leer a Ayestarán y su Jerusalén, santa y cautiva, te hace conocer una ciudad testigo de tanto sufrimiento.  Con Los silencios de la libertad

Mal de escuela, Daniel Pennac

Daniel Pennac es un escritor francés que también ha sido profesor. Sabiendo esto a uno le cuesta pensar que siendo niño no le gustara el colegio y lo pasase hasta mal, pero en el libro que me he leído estos días él mismo lo cuenta. "Mal de escuela". Zoquete, le llamaban.
Partiendo de su mala experiencia como alumno y gracias a unos pocos profesores que le salvaron del fracaso escolar, en este libro nos cuenta qué piensa él de la escuela, pero sobre todo nos cuenta su amor por enseñar, no sólo a los buenos alumnos sino también a todos aquellos que la sociedad los ha tachado ya de zoquetes, pero a los que sin embargo utiliza como clientes.

Os dejo unos trocitos del libro y os animo a que lo leáis. 

"Nuestros «malos alumnos» (de los que se dice que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. En realidad, la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo solo basta una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativos."

"¿Cómo reprocharles aquel perpetuo fardar, aquella imagen de sí mismos compuesta para el público espejo del grupo? Es muy fácil burlarse de su necesidad de ser vistos, puesto que están tan ocultos para el mundo y tienen tan poco que ver. ¿Qué se les ofrece salvo esa tentación de existir como imágenes, a ellos, que heredarán el paro y a quienes, en su mayoría, los azares de la historia les han privado de pasado y de geografía? ¿En qué otra cosa pueden reposar -en el sentido de tomarse un reposo, de olvidarse un poco, de reconstituirse -salvo en el juego de las apariencias? Porque eso es la identidad, según la abuelita Marketing: vestir a los jóvenes de apariencia, satisfacer ese permanente deseo de fotogenia...¡Dios de dioses, qué rival para los profesores, esa vendedora de imágenes tópicas!"

El amor y agradecimiento hacia esos profesores que le salvaron.
"Armados con esa pasión, vinieron a buscarme al fondo de mi desaliento y solo me soltaron una vez que tuve ambos pies sólidamente puestos en sus clases, que resultaron ser la antecámara de mi vida. No es que se interesaran por mí más que por los otros, no, tomaban en consideración tanto a sus buenos como a sus malos alumnos, y sabían reanimar en los segundos el deseo de comprender. Acompañaban paso a paso nuestros esfuerzos, se alegraban de nuestros progresos, no se impacientaban por nuestras lentitudes, nunca consideraban nuestros fracasos como una injuria personal y se mostraban con nosotros de una exigencia tanto más rigurosa cuanto estaba basada en la calidad, la constancia y la generosidad de su propio trabajo"

"Esos profesores no compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber."

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