Parques infantiles: espacios necesarios.

Ana Sánchez.

La infancia es fundamentalmente el tiempo del juego y la formación y esta debe desarrollarse en los momentos y espacios más apropiados. Es cierto que han ido evolucionando a lo largo del tiempo, tanto las concreciones como la propia concepción de la infancia como una etapa con sus propias características y cualidades, especialmente considerada como tal etapa a partir
del siglo XVII.
Desde los orígenes del movimiento obrero una de sus preocupaciones fundamentales fue la de la infancia y eso quedó ya de manifiesto con la primera ley reguladora del trabajo en las fábricas que consiguieron impulsar en Inglaterra en 1802, a la que siguieron otras muchas en diferentes países destacándose en ellas tanto la limitación de la jornada de trabajo como la obligatoriedad de la instrucción (leer, escribir, contar,…), un signo inequívoco de la preocupación que desarrollaron hacia los niños, su educación y su ocio.

Se presenta al parque como el antídoto natural frente a las decadentes condiciones de habitación humana y de la vida en la fábrica, como medio de educación moral de la clase obrera y como factor de sobriedad y de ahorro, de cohesión de la vida familiar, que se traduce en beneficios para la sociedad y para la producción.

En los inicios de la revolución industrial, en el siglo XVIII, el parque es todavía un hecho privado, ligado exclusivamente a la mansión rural o suburbana de las ricas familias aristocráticas o burguesas. Sin embargo, con las «squares» londinenses y el Royal Crescent de Bath, el parque privado entra en la ciudad bajo la forma del condominio y se convierte ya en un equipamiento de barrio.

Ejemplo notable de una intensa y eficaz acción municipal en este respecto nos lo ofrece el Municipio de Liverpool que en 1913 procedió al derribo de barrios enteros de viviendas inhabitables, y construyó en los mismos sitios hermosos, sanos y económicos grupos de casas baratas, dotados además de todas las instituciones sociales deseables, como campos de juego, asilos-cuna, baños públicos, bibliotecas, etc., habiendo además logrado el último desiderátum de mantener a las familias, alojadas en los mismos barrios reconstruidos. Circunstancia digna de retenerse en este caso, es la de que, para establecer los impuestos necesarios a cubrir el enorme déficit que arrojaba esta obra, recabó el municipio facultad al efecto, fundándose en el principio jurídico que es preciso retener, de que ya que aquel gasto venía exigido por las supremas conveniencias de la salud pública, todos los ciudadanos están obligados a contribuir en la misma forma que para los demás gastos públicos.
Los grandes perjudicados por esta situación carencial de espacios habitables adecuados eran los niños, y especialmente los niños pobres. Debido a la superpoblación que encontraban en sus casas, los niños pasaban gran parte de su tiempo en la calle, en el «arroyo». Allí ponían a prueba diariamente su integridad física, amenazada ya, no solamente por los riesgos derivados de los permanentes focos de infecciones que eran los lodazales y desagües conocidos como vías públicas, sino también por los nuevos peligros que supuso la aparición del automóvil y el incremento de la circulación rodada.

Cuando se celebró en Birmingham el Congreso de las Trade Unions de 1918, en el cual los delegados obreros allí representados lo hacían en nombre de más de dos millones de electores, se votaron cuatro conclusiones, de las cuales la primera fue: «Los intereses industriales, económicos y sociales de este país exigen: 1º. El desarrollo de la educación física y mental de cada niño, incluso mediante un sistema adecuado de instrucción técnica.»

Hasta su aparición en Alemania a mediados de siglo XIX, los niños jugaban en calles y plazas, sin un espacio definido para el juego. A lo largo del siglo XIX se generalizaron en Gran Bretaña y toda Europa. A finales de siglo aparecieron en Estados Unidos. El presidente Theodore Roosevelt aprobó algunas normas que fomentaban un ambiente sano y seguro para todos los niños, afirmando: “Las calles de la ciudad son campos de juego insatisfactorias para los niños por el peligro. Ni los pequeños patios traseros, ni las parcelas de césped ornamental satisfacen las necesidades de divertirse de cualquier niño. Los niños mayores que participan en juegos vigorosos deben tener lugares especialmente reservados para ellos, ya que, el juego es una necesidad fundamental. Los patios de recreo deben existir siempre para todos los niños, esto significa que, deben ser distribuidos en las ciudades, de tal forma que sea a poca distancia de cada niño y niña, ya que, la mayoría de los niños no pueden darse el lujo de pagar dinero para el transporte”.

La intención de estos primeros parques más que el juego de los niños, era alejarlos de las “peligrosas” calles, que tuvieran un ámbito específico donde poder ser vigilados (de alguna forma “zonificarlos”) y que desarrollaran su forma física. Eran normalmente espacios de parques mayores, no proyectados especialmente y su número era escaso.

Espartano se quejaba en las páginas de El Socialista de 1931 de «¡Cuántas vidas fueron arrebatadas a la niñez en Madrid por carecer de plazas de juegos y de parques infantiles!».

A fines de los años veinte hubo en España un cierto interés porque se abrieran en las ciudades parques infantiles. En el verano de 1928 la prensa gallega reclamaba uno para A Coruña, y lo mismo se hacía en otro periódico de Oviedo. Ambas ciudades cuentan con parques pero ninguno infantil, al igual que sucede con el de Játiva, como relata el periódico El Socialista en julio de 1928: “Los guardas no les dejan jugar, correr ni saltar, que es el entretenimiento propio de la edad. Los niños tienen derecho al parque, pero es si son formales” recalcando que “en el parque infantil debe haber estanques de agua, en los cuales, en las estaciones propias para ello, puedan patinar los niños sin que corran peligro alguno; debe haber columpios y toda clase de entretenimientos infantiles […] donde los niños puedan estar, jugar, correr y danzar libremente, sin ningún peligro y con gran beneficio para su salud y su desarrollo físico”.

Así fueron dándose pasos en distintas ciudades de España como refleja la prensa socialista de la época: “Con suma complacencia hemos visto comentar en la prensa la noticia de que el teniente de alcalde del distrito de La Latina, Andrés Saborit, acompañado del jardinero mayor del Ayuntamiento, don Cecilio Rodríguez, había recorrido su distrito para implantar en algunas de sus plazas un parque infantil o una piscina, o ambas cosas si el terreno lo permitía”.
En Valladolid destaca también la labor del alcalde Antonio García Quintana: en 1933 el Ayuntamiento decidió crear en la plaza un parque infantil, y para ello lo adornó con las que durante años fueron entrañables esculturas infantiles llamadas Pipo y Pipa, Bobito, La lechera, Lolín, Pinocho y Pichi. Se hicieron dos espacios separados prácticamente simétricos. La creación del parque infantil en su día (año 1934) fue acompañada de la prohibición de que las parejas utilizaran este lugar para manifestarse su cariño, pues aquello era un lugar solo para niños.

Hoy parece que damos un paso atrás, con los parques y juegos cerrados por prevención ante la pandemia del COVID-19 y relegada su apertura frente a otras cuestiones económicas, políticas o referentes al ocio de la sociedad adulta. La educación es mucho más que las escuelas y las clases regladas (presenciales o virtuales).

Comentarios

  1. Se cae el alma al suelo cuando se ven las cintas que los vayan y prohiben su uso verdad??? Tan vacíos, tan sin vida😢

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  2. Hola.
    Totalmente de acuerdo. Entiendo que a lo mejor los juegos y columpios no pueden desinfectarse bien, pero siempre hay alternativas para el ocio infantil qu ese podrían apicar. Al fin y al cabo en las terrazas estamos pegados y eso nadie lo ve.
    Muy feliz finde.

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  3. ¡Bravo por esta entrada!
    No puedo estar más de acuerdo contigo. Los niños son el futuro de la sociedad y necesitan un espacio seguro para desarrollarse, para jugar con libertad y seguridad. Hoy día no se piensa más que en los votos, muy poco en las personas.
    ¡Enhorabuena por tu magnífica reseña, muy interesante!

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    1. Gracias Undine, la autora de la entrada es Ana Sánchez, una amiga que nos ha regalado este recorrido por la historia.

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